Las conversaciones de los marineros y el suave rugido del motor son lo único que tapa el silencio. De pie en la proa de tu navío esperas el regreso de un murciélago, cuya trayectoria indicará el camino a seguir. En el mar sin Sol, un océano sin olas ni viento donde las leyes de la naturaleza se tuercen de extrañas formas, ni siquiera las falsas estrellas en el techo de la caverna sirven como referencia. Sólo los capitanes que conocen qué puntos del mar jamás cambian se aventuran tan lejos de Londres.
Poco a poco, un fulgor surge sobre el horizonte, al sur. Es la Montaña de Luz, considerada una deidad por los marineros. El murciélago regresa.
—¡A babor!—Exclamas. Rumbo a Varchas.
Habíais oído historias, pero tú y tus hombres os sorprendéis, al aproximaros a la costa, por la vegetación que cubre casi todo el terreno. ¡Árboles! ¡Incluso algunos frutales! El Continente Ancestral oculta inimaginables maravillas para quienes están acostumbrados a vivir en la luz de las velas. Seguro que son obra de la Montaña. En cuanto a Varchas, es un brillante espectáculo. Cinco grandes campanarios cubiertos de hongos y parras sostienen enormes espejos, reflejando la luz de majestuosas hogueras sobre todos los puntos de la ciudad.
Al arribar, desciendes de tu navío y atraviesas, en solitario, el oscuro camino que conduce a las murallas de Varchas, la Ciudad de los Espejos. Junto a la puerta aguarda una figura engalanada en una capa azul: vigila la entrada de la ciudad. Dos grandes cristales reflejan la luz de una pareja de lámparas talladas en piedra, protegiendo a la guardiana de las sombras. Al aproximarte, se dirige a ti.
—Saludos, Taamas. —¿Taamas? No, se equivoca. Mi nombre es… —¡No, no!—Exclama, indignada—. Todos los que no son varchaasi son Taamas. Has sido tocado por la oscuridad y se ha llevado tu nombre. ¡Es de muy mala educación pretender que aún tienes uno!
Empiezas a comprender por qué Varchas no es visitada a menudo. Parece que tendrás que acostumbrarte a tu nuevo nombre, si quieres entrar.
—¿Y de ahí toda la luz?
—Debemos caminar siempre en la luz de Mihir, y por eso nuestras lámparas están prendidas día y noche: para expulsar la oscuridad de la Ciudad de los Espejos. Si dejáramos a la oscuridad que nos corrompiera ya no seríamos varchaasi, sino que perderíamos nuestros nombres y seríamos Taamas, como tú.
—Ya veo. ¿Puedo entrar?
—Por supuesto. Tu estancia terminará mañana, cuando las cinco campanas hayan sonado. Pero recuerda: no toques los espejos. Ni siquiera los mires. Y, sobre todo, no sueñes.
Hace repicar una pequeña campana de bronce y los espejos de la puerta se mueven para abrirte paso, sin dejar nunca que las sombras toquen a la guardiana.
—Nuestros caminos son muy distintos de los tuyos, Taamas. Recuerda esto, y camina en la luz de Mihir.
Publicado el 8 de abril de 2016.
Inspirado por los juegos de Failbetter Games: Fallen London y Sunless Sea.